Capitulo 2
La caverna abrió paso a
un lugar húmedo y frio, el olor a muerte era algo que permeaba el ambiente, de
repente, una voz retumbó en su cabeza, como un eco que resonaba por todo el
lugar y se abría paso hasta en sus mismísimos huesos, al fondo a la tenue luz
de una vela de color verde una tejedora esperaba.
La tejedora |
-Al starh a - llamó la voz femenina- no estás preparado para lo que vienes a preguntar.
- yo decidiré si lo estoy o no- replicó Alastar- Dime lo que he venido a buscar vidente.
-Bien -
dijo la voz femenina cambiando a un tono oscuro- moriras no siendo quien has sido, con el conocimiento de que un humano
significa el fin de tu especie.
Un sonido agudo cubrió
completamente el sensible oído del dragón, sintió múltiples punzadas
recorrer su cuerpo, mientras su energía y espíritu disminuyeron
drásticamente, escucho una voz grave.
-Que decías que no puedo?
Alastar volvió rápidamente
al actual momento, usando toda la fuerza con un golpe de espada atacó al príncipe
Lionheart, este uso sus dagas para detener el embate mientras se veía
empujado. El dragón observó con rabia las múltiple puñaladas que este había
logrado asestar con sus dagas, la proeza era impresionante en sí, en
probablemente segundos y usando hábilmente sus dagas había creado huecos en las
juntas de sus armadura y apuñalado los puntos vitales de un cuerpo
humano, hubiera sido bastante efectivo y dañino de no ser porque en su forma humanoide
el no solía poner sus puntos vitales en el mismo lugar que los humanos.
El príncipe usó su
recién hallada celeridad para lanzarse en una lluvia de ataques a su oponente,
sus dagas cruzaron más veces de las que pudo contar buscando la cabeza de su
enemigo pero este detenía sus ataque con la espada, igualando su velocidad, después de un
rato de cruzarle con sus hojas lo estrello contra una roca de magma que se partio en varios pedazos. Sin embargo a través del aun cerrado casco de su enemigo pudo distinguir el sonido de
una carcajada; Perturbado Aios retrocedió y reacomodo su posición de combate.
-Finalmente aceptas tu destino?- inquirió con un grito
Aios.
- El destino, si. - replicó riendo
Alastar- El destino es una cadena que te ata al
cuello y al alma sin dejarte mover. Una inevitable profecía o un pacto del que
no te puedes salir. Asi mismo como estas destinado a perder aqui.
Aios se mordió los
labios con los colmillos y mientras sangraba disfruto el extraño y diferente
sabor de su sangre.
-Te niegas a aceptar mi victoria?- pregunto el príncipe
molesto.
- No es acerca de aceptación- replicó el dragón
tranquilamente- es acerca de
hechos. Tu plan fue brillante puedo admitirlo y seguramente unos minutos más en
tu laberinto te hubieran dado oportunidad de quitarme más conjuros y reducir más
mi vida, pero ya no los tienes. La presencia que ahora has tomado en frente de
mi me confirma todo.
El príncipe se lanzó
hacia Alastar frustrado, sin embargo cuando estaba a punto de tocarlo con sus
dagas, sintió un tirón que lo detuvo en su carga. Observo con horror como un
grupo de hilos surgían de todas partes y se convierten en cadenas que empezaban
atarle impidiendo su movimiento.
Aios |
-Son las cadenas del destino, se paga un
alto precio para usar este tipo de hechizo. Hace mucho tiempo hice un contrato
con tu padre, el intentaba derrotar un dios ascendido y en su momento el trato
era un mal menor para el. Su línea de sangre no podía tocarme jamás,
asumo descubriste algo de esta idea y creaste un contra conjuro para liberarte
de tu sangre temporalmente…. sin embargo lo que no sabias es que tu padre hizo
algo similar hace tiempo, un pacto con una criatura celestial para diluir más
la línea de sangre maldita que ustedes llevaban. Al usar tu contra conjuro
temporalmente lograste tu cometido pero yo hice el mío sobre todas las líneas
de sangre de tu familia, incluyendo tu herencia vampírica.
Alastar hizo una pausa
mientras vio como el laberinto alrededor de ellos comenzaba a deshacerse.
-Además ataste el laberinto a que
estuvieras maldito de la misma manera, inteligente si pensabas romper con
mi hechizo anterior, pero sin predecir que podía estar basado en algo más tiene
el hueco que ahora lo lleva a su fin.
El laberinto se
desvaneció rápidamente y Alastar se alejo caminando de vuelta hacia su caballo.
Aios aun encadenado al suelo comenzó a perder la paciencia.
El laberinto de fuego |
-Déjame ir - le gritó Aios lleno
de ira - enfréntame cobarde.
Alastar hizo una pausa,
saboreando el momento de impotencia de su oponente y mientras se alejaba le
respondió.
-Solamente tienes que perder la intención
de atacarme, asi te dejara ir.
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